13 may 2009

Clase alta


¡Estoy más contenta! Resulta que me acabo de enterar de que, cuando tenía trabajo, yo era de clase alta. Eso es lo que me acaba de decir mi gobierno al asegurar que cuando ganas menos de 24.000 euros eres clase media o baja, y si ganas más no lo eres. Ya digo que yo ahora estoy en paro y se me ha agotado la prestación, por lo que no debo de ser ni “clase”. Pero antes ganaba un poco (poco) más de 24.000, vivía en Madrid, cedía a Hacienda (a petición suya) el 18% de mi sueldo, otro poquito para la Seguridad Social, pagaba mi hipoteca.... y era de clase alta. A todo trapo, oiga, días de glamour sin fin, fiestas, viajes, ropa, gadgets. Sin miramientos.


Ya les digo que yo era tan de clase alta que Hacienda me devolvía lo mismo que a Carlos Fabra, el presidente de la Diputación de Castellón (PP) al que tantas veces le ha tocado la lotería, y al que tantos pisos y fincas le han reglada sus amigos, buenos amigos, no como los mios. Me devolvía Hacienda algo más de mil euros (igual que a Fabra) por lo del pago de la hipoteca de mi vivienda habitual . Mi vivienda es de 45 metros cuadrados muy bien aprovechados en una finca de más de 150 años en el barrio de Lavapiés, por la que además de la hipoteca tenía que pagar derramas constantes de más de 100 euros al mes para los arreglos de una finca con tanta solera. Los muebles, del Ikea, a la última, no me corto.


En fin, que como con más de 24.000 euros ya eres clase alta, pues el gobierno ha decidido eliminar esas desgravaciones por compra de vivienda a partir del 1 de enero de 2011. Y la ministra del ramo lo explicaba muy bien hoy en TVE. Decía que la culpa de que hayan subido tanto los precios de la vivienda era de esas malditas, infames, avergonzantes desgravaciones.


¡Vaya, un análisis innovador, muy al estilo del I+D que tiene que ser la base de nuestro nuevo modelo económico! Resulta -dice el gobierno- que la culpa de la subida de los precios no era la especulación de los ayuntamientos con el suelo público para financiarse, ni la corrupción urbanística (¿cómo financiaban los promotores sobreprecios, comisiones, bolsas de basura? ¿de su propio bolsillo? ¡Qué generosos!), ni de la avaricia voraz del sector inmobiliario. No hombre, no: eran las desgravaciones de Hacienda.


Menos mal que el gobierno está atento, al quite, para ayudarnos. Eso sí, voy a esperar un poco a ver si me explica el gobierno quién puede comprar una vivienda en una gran ciudad española con un sueldo inferior a 24.000 euros. Y qué banco les va a conceder la hipoteca.

1 comentario:

gimletmum dijo...

Es una medida que jode aún más a la clase trabajadora (sea baja o media) y deja impunes a los especuladores e inversionistas, porque total, a estos no les desgravaba nada al no ser vivienda habitual. O sea, que el castigo es para los que se han comprado su casa para vivir en ella. No sería mejor que subiesen los impuestos al que va por la tercera/cuarta/quinta casa? O al que tiene edificios enteros cerrados?
En cuanto a lo de ordenadores portatiles para todos, está fenomenal. Con eso se va a acabar las deficiencias en la educación, la falta de vocación del profesorado, la baja calidad de nuestras universidades. Al grito ufano de "menos ladrillo y más ordenadores", Zapatero se ha creído que regalando portátiles nos colocamos en el número 1 de las economías del conocimiento. Igual que por el hecho de tener un piano uno no se convierte en pianista, por el hecho de tener un ordenador no te haces más sabio. Conozco muchos chavales que pasan el día enchufados a su ordenador jugando a los videojuegos, buscando vídeos chorras en youtube o descargando fotos de tías en bolas. ¿Deberían estar a la vanguardia del país sólo por el hecho de tener internet en casa? Eso sí, de que nuestras universidades sean vergonzosas (quién se atreve a meter mano a ese feudo de catedráticos?), que nuestros institutos estén plagadps de profesores sin vocación a los que la pedagogía les suena a chino, que nuestros colegios públicos cada vez estén más en precario... de eso, mejor no hablamos, no sea que nos decidamos volver al ladrillo, para lo que al fin y al cabo no hacía falta pelearse con nadie y encima teníamos a constructores, banqueros y notarios más felices que unos castañuelas.