1 sept 2008

El cambio de género que genera cambio

Una compañera del Colectivo Sororidad me envía información recogida en un blog que, como éste, también acaba de nacer (¡qué bien!). Se llama “Miembras” y lo ha montado la lingüística Maria Jesús Lamarca, de Madrid, “como iniciativa personal y no de organización política o sindical alguna” con el objetivo de “reflexionar sobre los usos del lenguaje como forma de intervención social”. Qué bueno.

Aquí os incluyo uno de sus artículos, que viene a cuento (como parece que viene a cuento el mismo blog) de la reciente polémica sobre el uso del término “miembra” por la ministra (que no la ministro) de Igualdad:

Sobre el género gramatical de los sustantivos que designan profesiones, cargos, títulos y actividades humanas


Jueza (desde 1992 existe el femenino en el diccionario de la RAE con la acepción de mujer que desempeña el cargo de juez. Esta nueva acepción pervive junto al sustantivo común en cuanto al género juez: persona que tiene autoridad y potestad para juzgar y sentenciar). Por supuesto, la RAE acepta sin rechistar cualquier sentencia que dictan sus Señorías.

Concejala (desde 1927 existe en el diccionario la forma en femenino con la acepción de mujer que desempeña el cargo de concejal de un ayuntamiento. Sin embargo, en 2001 en el diccionario de la RAE se recomienda usar la forma en masculino concejal para designar el femenino). Desconozcemos las razones de este cambio de opiniones en los Sres. miembros.

Jefa (desde 1884 existe en el Diccionario en el sentido de superiora o cabeza de un cuerpo u oficio y en el año 2001 continúa esta acepción, pero el diccionario indica que se utilice jefe, esto es, el sustantivo común de género para Jefe de Estado, Jefe de Gobierno, Jefe de Administración, etc. aunque se trate de mujeres). Poquito a poco, pero tocando techo.

Presidenta (aparece en el diccionario desde 1803 en las acepciones de mujer del presidente o la que manda y preside en alguna comunidad. Sin embargo, aun en la edición de 2001, el Diccionario de la RAE recomienda el sustantivo presidente para cabeza superior de un gobierno, consejo, tribunal, junta, sociedad, etc. y para Jefe de Estado en los regímenes republicanos, aun tratándose de mujeres). Vid. comentario anterior.

Ministra (el término aparece en femenino el diccionario desde 1803, pero con el sentido de la que sirve a otro para alguna cosa. En 1984 y 1989 los diccionarios de la RAE reconocen la forma femenina para designar a la que, en la gobernación del Estado ejerce la jefatura de un departamento ministerial, pero se recomienda que se use la forma masculina precedida del artículo: la ministro. En 2001 ya se incluye el término femenino para referirse a la persona que dirige cada uno de los departamentos ministeriales en que se divide la gobernación del Estado: la ministra). Se sospecha que cuando algunas miembras del gobierno llegaron en tropel a ocupar sus cargos, no tragaron por el aro de la O y se encaramaron al rabito de la A, dijera lo que dijera la RAE. Total, ¡eran ellas las que echaban la firma! Y la RAE ¡Trágala, trágala!

Médica (desde 1984 ya no es sólo la mujer del médico, sino también la persona legalmente autorizada para profesar y ejercer la medicina, en femenino). Con la salud no se juega.

Ginecóloga (el término masculino aparece por primera vez en el diccionario de la RAE en 1914. A partir de 1936 surge también la forma femenina como persona que profesa la ginecología -parte de la medicina que trata las enfermedades especiales de la mujer-). No sólo los expertos, las expertas también mandan.

Sastra (desde 1803 la mujer del sastre o la que tiene ese oficio). Sastras y modistillas, pero los modistos si son de alta costura, vienen de París en 1984.

Bombera (la forma femenina para esta profesión aparece en 2001. En la edición del diccionario de la RAE de 1989 sólo existía bombero como término masculino). Las pioneras fueron rápidas extinguiendo fuegos.

Clienta (En 1984 existe la forma femenina refiriéndose a mujer que entra en un establecimiento o utiliza los servicios de un profesional o un establecimiento; junto a la forma común para ambos géneros cliente, definida como persona que utiliza con asiduidad los servicios de un profesional o empresa. Así se mantiene en la edición de 2001. Está previsto añadir una corrección en la 23ª edición para incluir la acepción de programa o dispositivo que solicita determinados servicios a un servidor del que depende). ¿No se cree conveniente precisar que los hombres también entran en los establecimientos? Ellos son habituales, mientras que ellas van de compras, pero ambos siempre tienen razón.

Bedel (el término bedel ya aparece en el año 1726 en el Diccionario de Autoridades. El diccionario de la RAE de 2001 incluye el masculino y el femenino el bedel/la bedel: en los centros de enseñanza, persona cuyo oficio es cuidar del orden fuera de las aulas, además de otras funciones auxiliares; pero se corregirá en la 23ª edición añadiéndose la coletilla MORF. U. t. la forma en m. para designar el f. Mi prima es bedel. Y mi primo no se entera.


CONCLUSIONES (en serio):

Parece que fuimos antes sastras y que no llegaremos a frailas, pero hemos conseguido ser juezas, ministras, médicas, ginecólogas, bomberas y clientas. Todavía existen problemas en las Corporaciones Locales, porque aún andamos a medio trecho entre concejales y concejalas y lo mismo sucede en los centros de enseñanza, en donde las andanzas de las bedelas son vigiladas por la RAE si salen de las aulas.

Por supuesto, sólo hemos llegado a presidentas de comunidad y jefas de ventas pues todavía somos aspirantes a Presidentas del Gobierno y Jefas de Estado. A las Cancilleras vecinas de reciente cargo, aun pudiendo la RAE atender a su referente real de sexo mujer, la Academia impuso tratar de Canciller, será porque hablando alemán, la susodicha no distingue el femenino del masculino en castellano. Por su parte, la Vicepresidenta se ha autodesignado sin consultar a la RAE.. ¡Quién pudiera! ... Son las cosas del poder.

¿Algún miembro de la Academia se atreve a aventurar por qué los cambios sociales precedieron a los gramaticales? ¿Existe alguna razón lingüística que se le escapa a esta lingüista?

Y miembra ¿por qué no? Esta no es una imposición de las elites, sino una revolución gramatical desde abajo. Claro que sólo buscamos el morfema femenino en su séptima acepción: individuo que forma parte de un conjunto, comunidad o cuerpo moral (DRAE, 22 ed. 2001), no pretendíamos tocarles la segunda.

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